El premio Nobel a Corina Machado, deja muchas lecciones.

Juan Miguel Alcántara Soria
El viernes 10 el Comité Noruego del Nobel, anunció que María Corina Machado, líder opositora venezolana, fue elegida para recibir el Premio Nobel de la Paz en 2025, “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
En el comunicado afirma que María Corina “se ha visto obligada a vivir en la clandestinidad” desde el año pasado y que “a pesar de las graves amenazas contra su vida, ha permanecido en el país, una decisión que ha inspirado a millones de personas”. Destacó su papel en Venezuela, que desde 2012 es gobernado por Nicolás Maduro: “Nunca ha vacilado en resistirse a la militarización de la sociedad venezolana y se ha mantenido firme en su apoyo a una transición pacífica hacia la democracia”. El presidente del comité agregó: es una “figura clave y unificadora en una oposición política que antes estaba profundamente dividida, una oposición que encontró un terreno común en la demanda de elecciones libres y un gobierno representativo”.
María Corina aceptó el honor “en nombre del pueblo de Venezuela, que ha luchado por su libertad con admirable coraje, dignidad, inteligencia y amor”. Y apuntó: “Los venezolanos hemos sufrido 26 años de violencia y humillación a manos de una tiranía obsesionada con someter a los ciudadanos y quebrar el alma de la nación. La maquinaria de la opresión ha sido brutal y sistemática, caracterizada por detenciones y torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales que constituyen crímenes de lesa humanidad y terrorismo de Estado.
“Sin embargo, la respuesta del pueblo ha sido firme e indoblegable. Hemos forjado un movimiento cívico formidable, superando las barreras que el régimen construyó para dividirnos y hemos unido a la nación en un anhelo poderoso: Paz en libertad.
Esta larga travesía ha conllevado costos indescriptibles: miles de vidas entregadas y millones forzados a dejar su tierra. Hoy estamos muy cerca de alcanzar nuestro objetivo… Los venezolanos reconocemos que, así como hemos dado todo en nuestra lucha ciudadana, el apoyo de nuestros genuinos aliados ha sido decisivo…”
Entre quienes María Corina no encontró apoyo es de los comunistas del mundo, aliados de la dictadura chavista. Acá la Señora Sheinbaum el mismo viernes, a pregunta de periodistas sobre su opinión de la ganadora del Nobel dijo: “sin comentarios”. Se le insistió en conocer su opinión y dijo que otro día su canciller la dará. El exvicepresidente del gobierno español, el comunista Pablo Iglesias no ocultó su molestia por el premio al pueblo venezolano: “se lo podían haber dado a Trump o Hitler”. Otros izquierdistas han reprochado a la ganadora porque “en Venezuela no hay una guerra”.
Por el mundo se ven millones de venezolanos forzados a dejar su país (en mi ciudad y en el estado viven cientos), en tanto otros se quedaron y luchan por sus libertad y democracia. Como cubanos o nicaragüenses se han exiliado por razones similares. En México las masas no se han dado cuenta que el obradorato trazó una ruta hacia un régimen dictatorial, y que acciones como la concentración de los poderes públicos y del INE, la militarización de la seguridad y de otros campos de la vida pública, la división o polarización entre mexicanos (“quebrar el alma de la nación”), la ideologización marxista de la educación pública, el clientelismo electoral, el debilitamiento o pérdida de derechos fundamentales, tienen el propósito expreso de quedarse con el poder todo el tiempo posible, controlando elecciones como en esos países. A la corrupción les es consustancial.
Hay crecientes señales de la 4t en distintos puntos del país para intentar restringir la libre expresión de las ideas y otras libertades.
Los mexicanos debemos vernos en el espejo venezolano y aprender. Es momento de ejercer nuestros derechos democráticos y evitar la consolidación de la dictadura obradorista. Sin odio y sin violencia. Ocupamos una oposición creíble, con solvencia moral, que encuentre un terreno común en la defensa de la democracia, dejando a un lado otros asuntos que dividen o polarizan.