Mas allá de las coaliciones

Firmar una coalición es visible, fotogénico y necesario en muchas contiendas. Pero la elección se gana en la cancha: en el barrio, en la colonia, en la confianza de un líder que realmente sabe moverse en su territorio. Y ahí las fórmulas legales no siempre alcanzan.
En los municipios funcionan menos los sellos partidistas y más las alianzas de hecho: acuerdos con liderazgos sociales, coordinaciones con grupos vecinales y apoyos cruzados con actores locales, independientemente del color de su chapa. Cuando se prioriza al activista que camina y resuelve frente a la foto del dirigente que aparece el día del mitin, los resultados suelen aparecer.
La cuestión central es simple y práctica: ¿a quién sumas y por qué?
No todos los “fichajes” valen igual. Hay liderazgos que suman estructura, carnet de promotores y legitimidad territorial. Y hay otros que solo suman ruido, demandas de cargo y viejas mañas. Saber distinguir eso es la diferencia entre ganar y fragmentarse.
Y aquí entra una opción que muchos conocen pero pocos pronuncian abiertamente: no todas las fichas deben jugar bajo nuestra camiseta. En ocasiones es útil que haya jugadores en la cancha contraria que, sin renunciar a su sello, respondan a intereses afines y faciliten acuerdos locales. No se trata de conspiraciones, sino de lectura política: tener interlocutores y cuadros con influencia —aunque militen en otra sigla— puede ser la llave para asegurar mayorías funcionales o para blindar proyectos de gestión.
Esto exige, claro, cuidado. La incorporación (o el apalancamiento) de cuadros provenientes de otras tiendas necesita filtro: trayectoria comprobada, cercanía real con la base, capacidad de entrega y margen de maniobra. Si lo que traen son clientelas fantasma o comportamientos que fracturan el equipo, la suma será una resta. En política no sobra la paciencia: probar a un cuadro en tareas concretas antes de prioridad de candidaturas reduce riesgos.
Y, por último, no confundir pragmatismo con oportunismo. Ganar a corto plazo con alianzas mal calibradas puede convertir la victoria en un problema de gobernabilidad. El objetivo no es solo llegar, es quedarse y poder gobernar. Por eso las mejores alianzas locales combinan cálculo frío y la capacidad de sostener resultados: tácticas inteligentes hoy, instituciones capaces mañana.
En política municipal, la creatividad estratégica vale tanto como la coherencia: combinar apoyos visibles con jugadores estratégicos fuera de la camiseta propia es una herramienta más en el tablero. Quien entienda eso, y lo haga con cuidado, tendrá una ventaja decisiva en la geografía real del voto: la calle.