Paquete Económico 2026: ¿inversión social o huachicol fiscal?
El Paquete Económico 2026 llega con un monto histórico: 10.2 billones de pesos de presupuesto, un déficit de alrededor del 4.1 % del PIB y la promesa de mantener viva la maquinaria de los programas sociales que hoy concentran casi un billón de pesos. Sobre el papel, se proyecta crecimiento económico entre 1.8 y 2.8 %, ingresos estables de alrededor del 23 % del PIB, y una deuda controlada en torno al 52–53 % del PIB.
El discurso suena bien. Pero las cifras esconden tensiones que vale la pena analizar.
El primer punto es el optimismo económico. Hacienda proyecta un crecimiento que los analistas consideran difícil de sostener con el contexto actual: bajo dinamismo interno, inversión privada moderada y un escenario internacional con incertidumbres. Apostar a cifras optimistas implica un riesgo: si los ingresos no llegan como se espera, el presupuesto se convierte en un castillo de naipes.
El segundo punto es la rigidez del gasto. El margen de maniobra del Estado se reduce cuando la mayor parte del presupuesto ya está comprometido en pensiones, deuda y obligaciones legales. Los programas sociales crecen, sí, pero al mismo tiempo vemos que sectores como la salud general, la ciencia, la cultura, el medio ambiente o incluso la seguridad pública no reciben el mismo impulso. En la práctica, se privilegia lo políticamente rentable frente a lo estructuralmente necesario.
El tercer punto es el déficit. Aunque se insiste en que la deuda se mantendrá bajo control, la realidad es que el déficit de 4.1 % del PIB no es menor. Se gasta más de lo que se ingresa, y mientras no exista una verdadera reforma fiscal que amplíe la base tributaria, México seguirá parchando con ingresos extraordinarios o recaudaciones forzadas que tarde o temprano se agotan.
Y aquí entra el concepto del huachicol fiscal. Así como el huachicol de combustible es la extracción ilegal de recursos vitales, el huachicol fiscal es esa práctica de depender de ingresos temporales, de privilegios discrecionales y de parches tributarios para sostener un gasto que no siempre se traduce en resultados. Es gastar más sin atacar de raíz la falta de recaudación. Es extraer del sistema lo que no alcanza, sin construir un modelo sostenible.
El verdadero debate no es si se deben mantener o no los programas sociales. Nadie discute su importancia. La pregunta es si se están financiando de manera responsable y si su crecimiento se acompaña de políticas que generen empleo, fortalezcan la salud, impulsen la innovación y cuiden el medio ambiente.
El Paquete Económico 2026 refleja una apuesta política clara: consolidar apoyos sociales aunque eso implique tensar las finanzas públicas. El riesgo es que, si la economía no crece al ritmo esperado, la deuda aumente y el espacio fiscal se reduzca aún más, hipotecando el futuro para sostener el presente.
México necesita discutir no solo cuánto se gasta, sino cómo se gasta y de dónde se obtiene el ingreso. De lo contrario, la transformación económica seguirá siendo un discurso… mientras en los hechos vivimos de un huachicol fiscal que tarde o temprano pasará la factura.