En las últimas décadas, los partidos políticos en México han enfrentado una crisis profunda que pone en entredicho su legitimidad, relevancia y capacidad para representar a la ciudadanía. Incluso algunos de ellos han perdido su registro, evidenciando una crisis de credibilidad.
El Partido de la Revolución Democrática (PRD) que obtuvo su registro en 1989, terminó perdiéndolo en el 2004.
Fuerza por México, al igual que redes sociales progresistas y Encuentro Solidario, solo duraron un año, es decir del 2020 al 2021.
Encuentro Social nació en el 2014 y perdió el registro en 2018, en tanto que Nueva Alianza nació en 2005 y dejó de ser una opción para los ciudadanos en 2018.
El mismo destino tuvieron el Partido Humanista, El Socialdemócrata, Fuerza Ciudadana, entre otros.
Esta situación se deriva de diversos factores que han erosionado la confianza en estas instituciones, entre ellas:
- Pérdida de confianza ciudadana: La corrupción, el clientelismo y los escándalos han desgastado la credibilidad de los partidos. Casos como el desvío de recursos públicos, el enriquecimiento ilícito de líderes y la falta de transparencia han generado un rechazo generalizado. Según encuestas recientes, menos del 20% de los mexicanos confía en los partidos políticos, lo que refleja un divorcio entre la clase política y la sociedad.
- Falta de representatividad: Los partidos han sido criticados por priorizar intereses de élite sobre las demandas populares. La desconexión con las bases sociales, la falta de renovación en sus liderazgos y la percepción de que responden más a cúpulas que a ciudadanos han debilitado su papel como mediadores entre el Estado y la sociedad.
- Polarización y fragmentación: La política mexicana se ha polarizado, especialmente tras la llegada de Morena como fuerza dominante. Los partidos tradicionales (PRI, PAN) han perdido terreno, enfrentándose a una crisis de identidad y dificultades para articular propuestas atractivas frente al discurso populista. Además, la fragmentación interna y las alianzas oportunistas han diluido sus ideologías.
- Desafíos electorales y financieros: Las reformas electorales, como la reducción de financiamiento público, han puesto en aprietos a los partidos, especialmente a los pequeños, que luchan por mantenerse vigentes. La irrupción de candidaturas independientes y movimientos sociales también compite por el apoyo ciudadano, cuestionando el monopolio partidista.
- Adaptación al contexto digital: La incapacidad de algunos partidos para conectar con las nuevas generaciones a través de plataformas digitales y responder a sus demandas (como el cambio climático, la equidad de género o la inclusión) los ha relegado frente a movimientos más dinámicos.
Por otra parte, tenemos al partido Movimiento Ciudadano gobernando en Guadalajara y Nuevo León.
El PRI en Coahuila y Durango y Acción Nacional en Aguascalientes, Chihuahua, Querétaro y Guanajuato.
El resto del país, es decir, 24 entidades, es gobernado por Morena y aliados (PT y Verde).
Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Ciudad de México, Colima, Guerrero, Hidalgo, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Zacatecas. Consolidando así su hegemonía.
Es evidente que los partidos políticos en México enfrentan el reto de reinventarse para recuperar la confianza ciudadana, un reto que parece difícil, cuando han optado con conservar los mismos liderazgos y prácticas que los llevaron a la derrota.
Tienen un gran trabajo por hacer, ya que corren el riesgo de volverse obsoletos en una democracia que exige mayor participación y transparencia.