Las cúpulas empresariales están peor que la oposición

Una de las expresiones más soberbias del mensaje político del Primer Informe de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum fue contundente:

“Quedó en el pasado la oscura noche neoliberal bajo el cual (sic), este modelo, se establecía que el Estado no debía intervenir en el desarrollo ni preocuparse por redistribuir la riqueza, sino simplemente crear un entorno favorable para los negocios, confiando en que las ganancias de los inversionistas eventualmente beneficiarían a toda la sociedad… esta idea era completamente errónea: sin un papel activo del Estado orientado a la justicia social, la concentración de la riqueza solo profundiza la desigualdad y deja a millones en la pobreza…”

Esta expresión revela en el fondo tanto el anhelo presidencial como el de muchos miembros del séquito de tiranos estatistas aglutinados en el régimen morenista, de perseguir a la propiedad privada, la libre empresa, las ganancias lícitas, el éxito individual, el patrimonio familiar, el crecimiento económico y demás premisas y realidades del modelo económico de mercado, la cual no mereció una condena ni un fuerte reclamo por parte del empresariado nacional, sino apenas una tibia respuesta al pedido presidencial de que se genere inversión privada: “Solo con certeza jurídica habrá mayor inversión en México, pues es clave para atraer más capital y consolidar proyectos productivos”.

La oposición política ha merecido severas críticas por su tibieza en la defensa del sistema democrático, por su incapacidad de evitar la concentración del poder, la destrucción de la división de poderes y del Estado de derecho que se esboza en la respuesta del Consejo Coordinador Empresarial. Sin embargo, ha resultado más tibia y timorata la respuesta empresarial a la velada amenaza del poder estatista de acabar con el sistema de mercado de manera análoga al quebranto de la democracia.

¿Dónde está la oposición que defienda la democracia y las libertades? ¿Dónde están los empresarios que defiendan la libertad económica y los anhelos de crecimiento y prosperidad? ¿Dónde están? Porque los invitados especiales al patio de Palacio Nacional la mañana del lunes no son los que pueden alzar la voz, sino los que históricamente, sea el gobierno que sea, están prestos a hacer negocios con el poder, explotar concesiones públicas e incurrir en un mercantilismo que aumenta sus ganancias, pero no promueve la actividad empresarial productiva, ni los mercados libres, ni siquiera los principios del denostado pasado neoliberal fuente de sus conocidas riquezas.

Dice el CCE: “Solo la certeza jurídica”. Qué lamentable, porque hacen falta reglas que aseguren la competencia sin distorsiones de un Estado que hoy hasta vende chocolates y café; hace falta seguridad para que no asalten en las carreteras ni cobren derecho de piso; hace falta crédito porque el gobierno quita recursos disponibles para financiar sus gastos inútiles; hace falta una reforma fiscal que promueva la inversión y no criminalice al contribuyente; hacen falta muchas otras cosas, pero lo que más falta hace es una clase empresarial que no le tenga miedo al gobierno y que condene sus amenazas dogmáticas y expropiadoras.

Compartir este artículo
Escritor, investigador e historiador del PAN, es asesor político y editorialista.