La SCJN rehén en la historia de México

Desde Juárez hasta AMLO, pasando por Lerdo, Díaz y Cárdenas, la Corte ha sido reformada, desmantelada y reconstruida para servir, casi siempre, a quien manda en Palacio.

Se dice que la Suprema Corte ha sido, desde su origen, rehén de los caprichos del Poder Ejecutivo.

Si el tiempo es circular -como repiten filósofos y cronistas-, la historia del Poder Judicial de la Federación, en especial de la Suprema Corte, es prueba de ello.
Carlos Marx tenía razón cuando afirmó que «la historia ocurre primero como tragedia y luego como farsa».

Desde Juárez hasta AMLO, pasando por Lerdo, Díaz y Cárdenas, la Corte ha sido reformada, desmantelada y reconstruida para servir, casi siempre, a quien manda en Palacio.

Sigo en esta colaboración al historiador y jurista Pablo Mijangos, autor de una excelente historia del maltrecho PJF.

Su estudio «La Suprema Corte de Justicia en México», publicado en 2019, no comprende la mal llamada reforma judicial de AMLO.

Va primero la tragedia: el final de la comedia de Antonio López de Santa Anna, quien cayó bajo el empuje de la Revolución de Ayutla.

En 1855, el Gobierno de Juan Álvarez promulgó un «decreto provisional de la administración de justicia», impulsado por Benito Juárez, ministro de Justicia y Asuntos Eclesiásticos.

«Ésta fue la chispa que desató el incendio de la Reforma».

La entrada en vigor de la Carta de 1857 provocó la primera reacción al disponer que el presidente de la Corte sería sustituto en caso de falta del Ejecutivo.

Eso hizo que el puesto fuera muy codiciado, dados los frecuentes cambios de Presidente.

En diciembre de ese año, Juárez pasó del cargo de Ministro de Gobernación y fue designado presidente de la Corte. La vigencia de la Constitución de 1857 pronto desató la oposición del Clero, que perdía sus privilegios, y de otros grupos rivales a los liberales.

Ante eso, el Presidente Comonfort decidió renunciar y encabezar un golpe de Estado.

En medio de esa crisis política y de las intervenciones extranjeras, el Gobierno vivía en permanente inestabilidad. Eso provocó muchas reacciones desfavorables para el Ejecutivo y hasta para el Congreso.

Juárez, en la restauración del régimen, fue reelegido como Presidente y Sebastián Lerdo de Tejada como presidente de la Corte.

A la muerte de Juárez, Lerdo de Tejada ocupó el cargo y José María Iglesias la presidencia de la Corte, quien dictó sentencias molestas para el Ejecutivo y el Legislativo.

Pocos años después, la reelección de Lerdo provocó que Iglesias anulara esa elección, lo que lo llevaría a la Presidencia de la República por ministerio de ley, cosa que no ocurrió al exiliarse.

Porfirio Díaz, con el Plan de Tuxtepec, encabezó la rebelión y llegó al poder. De inicio expulsó a todos los ministros de la Corte y después designó a Ignacio Luis Vallarta como presidente.

En sólo cuatro años, con Vallarta en la Corte, sentó las bases para facilitar la gestión del Gobierno. Se revirtieron muchas decisiones de la época liberal.Vallarta ocupó la presidencia de la Suprema Corte entre mayo de 1878 y octubre de 1882, apenas cuatro años. Desde esa posición decidió deshacer muchas de las sentencias dictadas en la gestión de Iglesias, muchas de ellas de amplio corte político.

Según Mijangos, Vallarta apoyó en los primeros años del Gobierno de Díaz a «sentar los primeros cimientos de su régimen». Muchos de los avances del Poder Judicial fueron revertidos en la gestión de Vallarta.

Gracias a él, la Corte logró «su exitosa despolitización del máximo tribunal… y sentencias muy favorables al régimen».

Después del Porfiriato, no le fue mucho mejor en la historia al Poder Judicial. En la época de la Revolución se exigió también que los jueces de la Corte estuvieran del lado de los triunfadores.

Al inicio del sexenio de Lázaro Cárdenas se reformó la Constitución y salieron la totalidad de los ministros. Se exigía que los entrantes «tenían que ajustarse a las prioridades del Gobierno en turno».

Así pudo el Gobierno llevar a cabo las principales acciones del régimen, expropiaciones a la cabeza. En síntesis, la Corte ha vivido bajo el asedio del Poder Ejecutivo. En 200 años, se ha reformado más de una docena de veces. Muchas de estas reformas fueron tragedias.

La última de ellas es la farsa. Se inicia bajo la invocación a Quetzalcóatl, mítico hombre blanco y barbado, extranjero que anticipaba la invasión.

Es de esperarse que no busquen también el apoyo de Tezcatlipoca, dios del conflicto, con su espejo humeante y poderes adivinatorios.

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