octubre 15, 2025

La Regulación de la Inteligencia Artificial Comienza en Sacramento

Este paso demuestra que es posible equilibrar la innovación con la ética, y la tecnología con la democracia.

El algoritmo, antes incuestionable, entra ahora en la esfera del debate democrático. Y eso cambia todo.

Del llamado a la acción

La advertencia que hice hace unos meses sobre la necesidad de regular la Inteligencia Artificial antes de que ella nos regule ya encuentra eco en la realidad.

El Estado de California ha dado un paso histórico: la aprobación en Sacramento de la Transparency in Frontier Artificial Intelligence Act, primera ley estatal que impone obligaciones y sanciones concretas a las empresas que desarrollan modelos de IA avanzada.

Firmada por el gobernador Gavin Newsom, esta ley exige a las compañías tecnológicas divulgar protocolos de seguridad, reportar riesgos graves y proteger a quienes denuncien irregularidades internas. Además, impulsa una infraestructura pública de innovación —CalCompute— que busca democratizar el acceso a la investigación en IA y equilibrar el poder de las grandes corporaciones.

“Por primera vez, el Estado interviene la arquitectura invisible del poder tecnológico: el algoritmo deja de ser un asunto privado y se convierte en un asunto público.”

La Micropolítica del algoritmo

Desde la óptica de la Micropolítica, esta ley representa un giro estructural: el poder tecnológico comienza a ser descentralizado.

Cada cláusula legal es un movimiento micropolítico que redistribuye poder:

  • Al exigir transparencia, desactiva la autoridad del secreto corporativo.
  • Al proteger al denunciante, subvierte la jerarquía del miedo dentro de las empresas.
  • Al obligar a reportar riesgos, convierte la opacidad técnica en responsabilidad política.

El algoritmo, antes incuestionable, entra ahora en la esfera del debate democrático. Y eso cambia todo.

Del colonialismo digital a la soberanía tecnológica

En mi artículo anterior hablé del colonialismo digital, esa nueva forma de dominación global basada en el control de datos, cómputo y lenguaje.

Paradójicamente, California —cuna de ese imperio digital— se convierte ahora en su primer regulador.

La nueva ley es una autocrítica institucional: el corazón de Silicon Valley intenta limitar su propio poder antes de que su pulsación desborde al cuerpo político.

No lo hace por altruismo, sino por supervivencia: porque ha comprendido que la falta de control también es una amenaza sistémica.

México ante el espejo

Mientras tanto, México sigue sin un marco regulatorio para la inteligencia artificial.

No existe una política nacional que oriente su desarrollo ético, proteja datos sensibles o promueva la investigación soberana. Seguimos dependiendo de modelos extranjeros que, al ser diseñados en otros contextos, imponen valores, sesgos y lógicas ajenas.

Desde la Micropolítica, esta pasividad equivale a una renuncia de poder.

Cuando un Estado no regula, delega su autoridad a actores invisibles: las corporaciones globales y sus algoritmos. Y eso, en el fondo, es la versión contemporánea del colonialismo.

Epílogo: el inicio del poder regulado

Legislar sobre la Inteligencia Artificial no es solo un acto jurídico; es un acto de soberanía.

La ley californiana no resolverá todos los dilemas éticos de la IA, pero inaugura la era del poder regulado, donde el progreso deja de ser excusa para la irresponsabilidad.

Este paso demuestra que es posible equilibrar la innovación con la ética, y la tecnología con la democracia.

Quizá dentro de unos años hablemos de Sacramento como el punto de partida de una nueva política del conocimiento: una donde el algoritmo no sustituya la conciencia, sino la despierte.

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