El premio que desenmascara a México

Implícito en el reconocimiento a María Corina Machado es el rechazo, también mundial, al fraude electoral maquinado por Maduro y sus generales para mantenerse en el poder
María Corina Machado recibió el Premio Nobel de la Paz 2025. El otorgamiento del Premio a una luchadora por la democracia en Venezuela, que ha resistido la represión más feroz de la dictadura de Nicolás Mauro y resistido en la clandestinidad, representa un aval mundial al carácter ético y moral de su lucha.
Ese reconocimiento tuvo un efecto inmediato positivo en el estado de ánimo social de la ciudadanía venezolana, permitiendo que resurgiera una fe renovada en la justeza de su lucha por la democracia y en el rechazo a la dictadura que se mantiene en el poder con un aparato represivo apoyado por oficiales cubanos, expertos en la contrainsurgencia y métodos de tortura.
Implícito en el reconocimiento a María Corina Machado es el rechazo, también mundial, al fraude electoral maquinado por Maduro y sus generales para mantenerse en el poder. Dado que los únicos datos fidedignos sobre el resultado electoral fueron entregados por los ciudadanos que fueron vigilantes en sus mesas de votación, y que dieron una victoria apabullante a la oposición con los resultados de cada mesa, la autoridad moral y política en Venezuela está de lado de la oposición.
Los únicos países en reconocer la supuesta victoria de Maduro fueron Rusia, Irán, China, junto con Cuba, Nicaragua, Colombia, Brasil y México. Cuba y Nicaragua reconocieron públicamente a Maduro, mientras Colombia, Brasil y México lo reconocen, hipócritamente, con un discreto movimiento de la cabeza, no queriendo avalar públicamente el fraude, pero, de todos modos, haciéndolo.
En la ceremonia de asunción de la Presidencia de Venezuela el pasado 10 de enero, México estuvo representado por el embajador de México en ese país Leopoldo de Gyvés de la Cruz, reconociendo, de facto y de jure, a la presidencia de Maduro. El embajador ha sido activo en eventos con el cuerpo diplomático asentado en Venezuela, fortaleciendo las relaciones entre México y la dictadura venezolana. Habiendo sido nombrado embajador en Venezuela por López Obrador y ratificado por Sheinbaum, Leopoldo de Gyvés se mueve entre su afiliación a Morena y su adhesión al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV). Ha tomado el encargo diplomático como espacio para hacer propaganda a favor del gobierno venezolano.
Por ejemplo, apenas hace unos días, el 21 de julio de 2025, estuvo el embajador de Gyvés acompañando a la gobernadora Margarita González Saravia, de Morelos, en un evento en la ciudad de Cuernavaca para promover el hermanamiento entre Morelos y ciudades venezolanas. La gobernadora expresó su visión sobre Venezuela y el régimen en ese país:
“Nos une una amistad de más de 40 años y una convicción común por las causas del pueblo, hoy seguimos construyendo puentes, ahora entre Morelos y Venezuela”.
También enfatizó la gobernadora: “Desde Morelos vemos con buenos ojos esta colaboración, porque creemos en una política exterior solidaria y cercana a la gente”.
En Venezuela, el embajador publicita su reconocimiento y adulación a Maduro en el Día de la Fuerza Armada Bolivariana, con un video en su Facebook de semejante evento “tan relevante” para la relación entre México y Venezuela, abrazo incluido.
Mientras tanto, en México la Presidenta Sheinbaum fue escueta en su respuesta ante la pregunta sobre su opinión del otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado.
Dijo, cortante: “Siempre hemos hablado de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos, no solamente por convicción sino porque así lo establece la Constitución y me quedaría hasta ahí el comentario”. Es decir, no dijo nada.
Ni una sola palabra en solidaridad con otra mujer, incluso una que arriesga su vida cotidianamente por sus creencias, aunque no sean las de la presidenta. No. México dio una respuesta fría, enajenada, hasta enojada pero contenida, y carente del más mínimo asomo de empatía. Con una excusa jurídica, desdeña a la ganadora del Premio Nobel de la Paz.
Obviamente el fondo del asunto es que México apoya al gobierno de Maduro, nuestro embajador lo admira, y Morena comparte su ideario, según varios de los ideólogos (sic) del movimiento fundado y dirigido por López Obrador. En ese contexto, es preferible ver en otra dirección cuando se trata de conversar sobre el tema espinoso del fraude electoral. Así lo hacen Sheinbaum, Petro, Lula y López Obrador.
Hay que apuntar, sin embargo, que el argumento o excusa de la “autodeterminación de los pueblos y la Constitución” se agota rápidamente en su incongruencia. México opina sobre asuntos internos de otros países e interviene cuando Morena cree que le conviene. Así ha sido con relación a Bolivia, Perú y Ecuador. México interviene y luego opina. Especialmente opina y patalea cuando la intervención sale mal, como en los casos de Perú y Ecuador.
Actualmente habitan en México, y viven a costa del erario mexicano, los políticos expulsados de esos tres países. Su permanencia en el país nos cuesta dinero, y mucho.
Y después está el caso de Cuba, país que México carga en este momento, como si fuera el borracho desmayado del barrio caribeño. La economía cubana es completamente disfuncional y sobrevive apenas gracias a México y nuestras contribuciones con miles de millones de dólares en petróleo, aceites, refacciones para la industria eléctrica y libros de texto para todos los alumnos cubanos.
No sólo intervenimos en la cosa interna de ese país, sino que exigimos un pago a cambio, en la forma de visitas y refugio para políticos mexicanos que temen por el futuro de su propio país o por amenazas de la justicia estadounidense. Cuba es la retaguardia estratégica de Morena, partido que cruje entre sus contradicciones y crisis internas recurrentes, siendo éstas cada vez más peligrosas.
El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Máría Corina Machado ha desenmascarado la política exterior de México de manera abrupta y obvia. Su hipocresía quedó al descubierto. México apoya a la dictadura venezolana y desprecia a un movimiento popular democrático. Ese apoyo inconfesable empezó con López Obrador y continua con Sheinbaum.
Ahora la política mexicana de apoyo a la dictadura venezolana enfrenta un nuevo reto: la revisión del T-MEC, entre México, Canadá y Estados Unidos. Si bien Estados Unidos criticó el otorgamiento del Nobel, no era por María Corina Machado. Es simplemente porque Trump quería el premio para él. Máría Corina, siendo una política astuta, le habló a Trump, diciendo que él lo hubiera ganado. Eso aplacó temporalmente al ego presidencial estadounidense. Para desviar la atención de ese tema, Trump procedió a amenazar a China con aranceles del 100%. Fue un hábil desvió de la discusión, pero provocó inestabilidad en los mercados accionarios. Una cosa por otra.
¿Quién hubiera pensado que el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz fuera a provocar el desenmascaramiento de la política exterior mexicana, adelantando el desprestigio internacional de México y encareciendo la renegociación del T-MEC?
POR RICARDO PASCOE
COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep