Para qué ocuparse de mejores condiciones de operación, si se pueden tomar decisiones sobre la construcción de aeropuerto, refinería y tren sin estudios de viabilidad económica, financiera u operativa.
Calles destrozadas, carreteras inservibles, transporte público ineficiente e inseguro, infraestructura urbana colapsada, incapacidad de generación de energía, aeropuertos obsoletos, etc.
Uno podría pensar que esta suma de problemas es resultado de una ola de mala suerte o simples coincidencias por súbitas condiciones económicas o climáticas. Pero no es así. La razón es mucho más profunda y preocupante. Tienen que ver con temas de una mala serie de decisiones en políticas públicas y propuestas con inclinaciones electorales cortoplacistas.
La esencia es que lo que no se hace bien, y lo que no se mantiene, no puede estar en orden. No hay atajos. Vayamos a la historia y la realidad de las cosas. Corría el fin del Siglo XX y en el año 2000 se dio un fenómeno importante de transiciones políticas en el país.
Por un lado, llegó el primer Presidente de no extracción príista en más de 7 décadas al país en la persona de Vicente Fox Quesada – un acontecimiento de la mayor trascendencia porque se propició la alternancia en el Ejecutivo Federal en forma pacífica. Y ese mismo año asumió la titularidad del gobierno de la Ciudad de México un tabasqueño (que de hecho no debería haber participado en la elección porque no era residente en ese lugar) de nombre Andrés Manuel López Obrador.
A partir de esa fecha esta persona inició su campaña local y nacional para que a base de populismo pudiera lograr acceder al poder federal.
Para hacerlo vio que una forma de ganar el beneplácito del electorado era la de hacer entregas directas de recursos, ampliando lo que ya se venía haciendo desde otros gobiernos previos a nivel federal, pero bajo la modalidad de no exigir contabilidad ni progreso a los destinatarios, sino más bien pedir reconocimiento de la paternidad en la entrega directa para generar una afinidad con obligación de repago en procesos electorales.
Y casi lo logra en 2006, pero a base de perseverancia y enormes errores en la oposición se dio la tormenta perfecta para que ganara la elección en 2018. Y pronto se empezaron a ver los problemas del arribo de alguien con ideas populistas y nula vocación de planeación o seriedad en la toma de decisiones.
Así vemos que tenemos un país en las ruinas en sus finanzas, instituciones y empresas públicas. Todo por haber tomado pésimas decisiones desde el año 2000 a nivel local y a nivel federal desde el año 2018. Ahora vemos las consecuencias de ese engaño permanente y la situación subyacente.
Es momento de abrir los ojos para que finalmente se descifren las verdaderas intenciones del régimen en turno. Si entendemos lo que ha venido sucediendo será más sencillo realizar que la solución está en propiciar un despertar ciudadano, que rompa el hechizo de engaños permanentes y retórica. Al saber lo que realmente sucede es viable y registrar la nueva ruta que hay que seguir.
Solamente con esa fase de activación es que podremos perfilar un nuevo proceso en el que no sigamos permitiendo que al país se le tenga sin mantenimiento ni rumbo. La aduana específica es la elección intermedia de 2027 y la posibilidad de competir con creatividad, eficacia y novedades para arrebatar a Morena el artificial dominio que hoy sigue teniendo en la Cámara de Diputados, y muchos estados y municipios que estarán en juego entonces. Demos el cambio con el mantenimiento urgente que nuestras instituciones democráticas y libertades esenciales reclaman. Claro que se puede y se logrará.