BMW vs Mercedes en San Pedro Garza García

Ese tipo de episodios encapsulan las tensiones urbanas que genera la saturación vehicular en zonas como San Pedro, donde el estatus, la prisa y el espacio se cruzan en un teatro de absurdos viales cotidianos.

En el estacionamiento de una de las plazas comerciales lifestyle de alto nivel en San Pedro Garza García, dimos fe de una batalla. Dos damitas, glamurosamente arregladas, empataron cojonudamente sus vehículos al querer ocupar el mismo espacio marcado por las líneas blancas de rigor en el piso. Al volante de un BMW, una, y de un Mercedes Benz la otra. Flamantes, ambos autos de reciente modelo comenzaron a emitir el sonido de sus bocinas.


Pronto, muy pronto, los vidrios de sus respectivas puertas bajaron para permitir a sus conductoras gritarse con creciente encono que una y otra había llegado primero: “¡Me toca llegué antes, quítate!”, ¡“no me viste, estaba primero que tú!”.


Había lugares vacíos cerca. Pero no: ese era el lugar que recompensaría, a lo mejor, sus currículums emocionales. Nadie cedió. Los coches pasaron de ser vehículo para convertirse en trinchera. Poco importaron los blowout voluminosos de sus peinados estilo Melania Trump, ni la mechas balayage en tonos miel, el contouring marcado, las cejas definidas, los labios nude o los accesorios Carolina Herrera o Max Mara, ni lo relojes Ballón Blau y Ademar Pague, que decir de los Aretes de perla y los collares discretos de oro blanco.


Perdieron todo el branding, se impuso la lucha por dominar el espacio público como si fuera privado. La floritura de nuestro rico español mexica brotó espontánea. Las mentadas de madre eran lo de menos, “¡estúpida!” o “¡idiota!” eran halagos. Dos lindas damitas convertidas en verdaderas “doñas pelos” (así les decimos cuando se enfieran) gracias a la falta de cultura vial, la aglomeración vehicular o a la soberbia costumbre san pretina que hace pensar a muchas y muchos de sus habitantes que la calle no es más que una extensión del porche de su casa, donde obvio, “se hace lo que yo digo”.

Ese tipo de episodios encapsulan las tensiones urbanas que genera la saturación vehicular en zonas como San Pedro, donde el estatus, la prisa y el espacio se cruzan en un teatro de absurdos viales cotidianos.
De acuerdo con la calificadora Fitch Ratings el ingreso per cápita en este municipio era de 60 mil dólares anuales, frente a los 9 mil dólares que tiene el país como ingreso anual promedio, es el más alto incluso de América Latina. Su densidad automotriz es de 14 automóviles por cada 10 habitantes, 1.4 por persona. 170 mil unidades propias que se unen a 230 mil que ingresan a diario desde otros municipios. Más carros que humanos, es un ecosistema de movilidad aspiracional, donde el automóvil no es solo medio de transporte, sino símbolo de estatus, autonomía y pertenencia territorial.


Los datos ayudan a entender la escena (real) atestiguada, aunque, para ser justos, en el área metropolitana de Monterrey, a la que pertenece San Pedro, no es raro para nada encontrar a diario estos descontrolados espectáculos vehiculares, ¿cómo llegamos a esto?, simple: no hubo ejecución de un plan de crecimiento urbano de largo plazo.
CDMX y Guadalajara encabezan la saturación vehicular de las ciudades más grandes del país: cada coche tiene apenas 62 m² de calle disponible. El área metropolitana de Monterrey, con 93 m² por vehículo, está en zona de alerta, pero aún tiene margen de maniobra.
Para entendernos, en este indicador Berlín es el modelo de ciudad más radical: cada coche “respira” 181 m² de calle, gracias a políticas activas contra el auto privado está proyectando convertirse en la zona libre de autos más grande del mundo. Madrid con 108 m² y París con 111 m² muestran esfuerzos por contener el uso del automóvil, con políticas de peatonalización y zonas de bajas emisiones.


En Monterrey se pierden 116 horas al año por persona debido al revoltijo vial. Equivale a casi 5 días laborales perdidos, con impactos en productividad, salud y calidad de vida. Monterrey lidera en horas perdidas, muy por encima de Ciudad de México con 74 horas y Guadalajara 52. La movilidad motorizada indica que 75% de los vehículos son autos particulares, 25% transporte público. El promedio de velocidad es de 35 km por hora. Esta proporción revela un modelo de movilidad centrado en el automóvil, con complejas implicaciones para la planeación urbana y la equidad territorial. Además, el coche no es solo un medio de transporte: es una extensión del ego. Un dios ubicuo, decía Carlos Monsiváis, presente en todas partes al mismo tiempo.


La situación es una pesadilla que empeora a diario. El gobierno estatal no tiene un proyecto de planeación urbana de corto y largo plazo, puras puntadas, as usual; de hecho, saboteó conscientemente la posibilidad de una coordinación intermunicipal en estos últimos cuatro años.


Su modelo de transporte público, especie en peligro de extinción, hizo que cruzar la ciudad en camión sea una expedición digna de National Geographic. En esta macrozona citadina es difícil encontrar calles libres de baches e imperfecciones. La proliferación de topes o “bordos” para desacelerar a los autos dan cuenta de la mala cultura vial regiomontana. Por si no bastara, grandes complejos viales, como el de Gonzalitos y Constitución, parece que fueron diseñados por un perverso ingeniero, infantil y juguetón, que quiso atascar el tráfico con miles de carritos todas las tardes.


Los municipios atienden el embrollo urbano como apaga fuegos, es decir, sus soluciones van atrás de los problemas. Apenas hace unos días aprobaron impulsar una ley para que sean adoptados criterios generales de planeación citadina para atender el problema para 16 municipios metropolitanos y periféricos, independientemente de la Administración o Alcalde en vigencia. Van tarde, tendrían que frenar la expansión de la mancha urbana donde cada desarrollador asemeja tener su propio SimCity, pero sin botón de “infraestructura”. Bueno, pero algo es algo. La coordinación regional de largo plazo grita como necesidad urgente, ¡adóptenme!


Se ocupa reconfigurar el uso del suelo en la periferia y el centro. Crear subcentros urbanos con servicios, empleo, educación y recreación. Rediseñar el transporte público como sistema, no como parche. Integrar metro, rutas alimentadoras, buses rápidos y Regio Rutas como red conectada. Peatonalizar y señalizar con inteligencia. Una cultura vial de respeto a normas y personas. Señalamientos en cada cruce, aceras dignas, zonas 30, que buscan transformar el espacio público en favor de la seguridad, la convivencia y la movilidad activa con accesibilidad universal. Una coordinación metropolitana con visión y autoridad a 30 años, basada en datos y sobre todo en participación ciudadana.


Se puede seguir mostrando soluciones ideadas por buenos urbanistas, pero enoja, frustra, que los planes de ordenamiento se redacten, pero no se ejecuten ni actualicen. La gobernanza metropolitana es débil, si alguno de los precandidatos a la gubernatura quiere destacar por su capacidad para reunir voluntades y llevarlas a un solo objetivo, (y no solo autopromocionarse con discursos simplones y huecos, enfundados en trajes pasados de moda: ¿Qué paso Waldo?) este tema es vital; conjunta la necesidad de un liderazgo inteligente con una propuesta de planeación urbana que unifique los planes de gobiernos locales en torno a la oportunidad de conformar un acuerdo entre alcaldes, empresarios, jueces vecinales, ciudadanos, urbanistas ¿Un consejo ciudadano?, ¿Un instituto metropolitano de planeación con poderes ciudadanos y gubernamentales al que respondan todos los involucrados? Algo así. En León Guanajuato, aunque usted no lo crea, ya existe un intento similar.


Esto no terminará con pleitos de señoras (y también señores) luchando por un cajón de estacionamiento, hábitos probablemente más difíciles de atender, pero si contribuirá a diseñar una ciudad en personas en los próximos años o, quizá, para las próximas décadas.

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