BACHES QUE ROMPEN MÁS QUE EL ASFALTO

La percepción de abandono afecta la vida cotidiana en CDMX

Alejandra Reyes Shields (Editorialista invitada)

La Ciudad de México, con sus calles históricas y avenidas modernas, se ha vuelto un escenario en el que la improvisación y la negligencia parecen dominar más que la planificación y el cuidado ciudadano. El reciente socavón que atrapó a un camión en Iztapalapa no es un hecho aislado, sino consecuencia de años de descuido, falta de mantenimiento y decisiones políticas que priorizan la propaganda sobre el bien común de quienes habitamos la CDMX.

Los baches no solo son grietas en el pavimento; son grietas en la confianza de los ciudadanos hacia sus autoridades. Cada calle dañada, cada vialidad olvidada, evidencia un patrón de gestión ineficaz, en el que se prometen soluciones rápidas, pero se ignoran los problemas estructurales. El socavón en Iztapalapa es un recordatorio de que los ciudadanos pagamos las consecuencias de la improvisación: daños a vehículos, riesgos para la seguridad y, en algunos casos, tragedias que podrían haberse evitado.

Desde un enfoque humanista, cada bache es también una metáfora de la desigualdad urbana. Las colonias y avenidas más transitadas, donde viven quienes dependen del transporte público y de su coche para trabajar, siguen siendo las más afectadas. Mientras tanto, las acciones del gobierno parecen enfocarse más en la imagen que en la realidad, priorizan la foto en lugar de hacer su tra- bajo y hacer una reparación urgente a las calles que transitamos día a día. La CDMX merece más, merece calles seguras, no promesas fotogénicas.

El problema es coyuntural, pero refleja un patrón de años: la gestión actual, marcada por la transformación de cuarta, ha demostrado un enfoque cortoplacista, sin visión integral. La falta de inversión en infraestructura y la atención tardía a emergencias urbanas deteriora la calidad de vida de millones de capitalinos. La seguridad vial y el respeto a la vida de las personas deben estar por encima de la narrativa política.

La percepción de abandono afecta la vida cotidiana: padres que llevan a sus hijos a la escuela, trabajadores que dependen del transporte y adultos mayores que cruzan calles llenas de baches se enfrentan a riesgos constantes. La negligencia gubernamental se convierte así en un problema social y humano, que trasciende el asfalto y toca di- rectamente la seguridad de los ciudadanos. Cada socavón, cada bache, es una oportunidad para reflexionar sobre la ciudad que queremos: una ciudad funcional, segura y moderna, no un escaparate de parches temporales.

Que el camión atrapado en Iztapalapa nos recuerde que no podemos normalizar la negligencia. La Ciudad de México tiene potencial para ser una metrópoli ordenada y segura, pero eso requiere voluntad política, planificación y respeto por quienes vivimos aquí. Los baches no son solo un problema de infraestructura; son un reflejo de cómo se gobierna y de lo que se valora realmente. La ciudadanía merece un gobierno que actúe con responsabilidad y vea más allá de la foto del día, para garantizar calles seguras hoy y en el futuro. LA CDMX merece más.

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Editorialista, observador y activista. Promotor de las libertades constitucionales de los mexicanos. Catedrático y vicerrector de ESPE.