Ahorrar para el retiro: un acto de libertad y previsión

Porque al final, ahorrar no es guardar dinero. Es ganar libertad.
Benjamin Chacon Castillo (Editorialista invitado)
México envejece. Cada día más personas llegan a la vejez sin los recursos suficientes para vivir con dignidad. No se trata solo de cifras ni de reformas, sino de un problema que tarde o temprano tocará a cada familia mexicana. ¿Cómo queremos vivir cuando ya no podamos trabajar?
La respuesta no está en los discursos políticos, sino en nuestras decisiones personales, y en nuestras acciones consecuentes. Ahorrar para el retiro es una forma de libertad: nos permite decidir sobre nuestro futuro y no depender de la caridad del Estado ni de los hijos. Pero esa libertad solo se alcanza si comenzamos temprano, cuando somos productivos, cuando hay ingresos constantes y la voluntad para planear a largo plazo.
En México, el sistema de pensiones cambió, para bien o para mal, radicalmente con la Ley del Seguro Social de 1997. Desde entonces, los trabajadores registrados cotizan a través de una Administradora de Fondos para el Retiro (AFORE). Cada mes, una parte del salario se deposita en una cuenta individual que, bien gestionada, puede convertirse en el sustento principal para la jubilación. El patrón y el gobierno también hacen una aportación. Sin embargo, pocos mexicanos saben cuánto tienen, en qué se invierten sus recursos o qué rendimiento obtienen. Menos aún saben que pueden complementar su ahorro con Planes Personales de Retiro (PPR), que además ofrecen beneficios fiscales.
El problema no es la falta de opciones; es la falta de conciencia. Vivimos en un país donde se confunde el consumo con el bienestar y donde la planeación financiera parece algo ajeno a nosotros. Pero la realidad es otra: quien no ahorra hoy, se condena a una vejez con limitaciones mañana.
El ahorro para el retiro no debe verse como un sacrificio, sino como un acto de amor propio y de responsabilidad. Así como cuidamos nuestra salud o educamos a nuestros hijos, debemos cuidar de nuestro futuro financiero. Cada peso que se destina al retiro es una inversión en tranquilidad, en independencia y en respeto a uno mismo.
A veces escuchamos: “Falta mucho para eso”, “el gobierno me dará mi pensión”, o “lo veo después”. Pero el tiempo, implacable, se encarga de demos- trar lo contrario. Quien empieza a ahorrar a los 25 o 30 años multiplica su posibilidad de tener una vejez digna. Quien espera a los 45 o 50s, aunque aún está a tiempo para empezar, apenas podrá compensar con mucho esfuerzo lo que no hizo más joven.
La juventud y la productividad son el mejor mo- mento para sembrar. No se trata de vivir con miedo al futuro, sino de construirlo con inteligencia. Las herramientas existen; solo falta voluntad y educación financiera.
Lo financiero es tan solo una arista, pero una arista esencial. Cada uno de nosotros debe cuidarla desde hoy, como parte de un propósito más amplio: alcanzar un envejecimiento digno e integral, donde la estabilidad económica acompañe la salud, la autonomía y la paz interior.
Porque al final, ahorrar no es guardar dinero. Es ganar libertad.