Por el bien de México, ¡primero el A-B-C!

Jose De Nigris

Por algún motivo, y tal vez porque no merecemos mucho más que (migajas de) pan y circo (plagado de payasos), hay quienes nos quieren hacer pensar que el mayor problema que sufre México es el de unos funcionarios y políticos que gastan, viajan, comen y beben por encima de la supuesta «justa medianía» que quienes detentan el poder deberían observar y atender; esa justa medianía y esa «austeridat» que nos insistieron hasta el cansancio los hacía diferentes a los de antes.

Y sí, tal vez son diferentes porque ser peor también califica como ser diferente. Claro, se vuelve altamente sospechoso, a nivel de potencial corrupción criminal, que muchos de estos personajes no tengan antecedentes de trabajos o emprendimientos bien remunerados y legales, fuera de años (décadas en algunos casos) en el «servicio» público (entendido como me sirvo del público) o en algún partido político, recibiendo y «manejando» presupuesto público sin realmente ser dignos de confianza o calificados para si quiera balancear una chequera. Es fácil pensar en el «boom» económico que gozan quienes están cerca del huachicol (de todos tipos), del presupuesto (de todos niveles y poderes) y del facturerismo convertido en el deporte nacional de moda. Si hubiese voluntad de quienes mandan a la tribu de los que se dicen diferentes, los que prometieron barrerían las escaleras de «arriba para abajo», seguramente habría una larga lista de personajes siendo juzgados en estos momentos y otros ya tras las rejas, pero ya sabemos que los de hoy, como los de antes, protegen a sus propios fantasmas y guardan muy bien los esqueletos en sus clósets.

Pero no, el mayor problema que vive México hoy NO son las compras de lujo del «junior», ni el hotel del señor senador, tampoco los relojes o el Instagram de la señora diputada, sino la combinación altamente nociva, la tercia de temas que se resumen en: A) falta de estado de derecho, B) no imperio de la ley y C) ausencia de crecimiento económico razonable y necesario. Con las cajas chinas, de todos tamaños, quienes gobiernan solamente patean la lata por unas semanas más y barren debajo del tapete su falta de efectividad para mejorar estos tres críticos temas que impactan a decenas de millones de mexicanos día con día.

Se han encargado de montarse en el poder y hacer, como dijo aquel famoso expresidente, como que no ven ni oyen el clamor de los mexicanos que piden estado de derecho, imperio de la ley y crecimiento económico que genere desarrollo para todos. Sí, aunque los aumentos marginales en el ingreso de las familias publicados recientemente son bienvenidos y mucho mejor que nada o reducciones, es urgente y necesario que quienes gobiernan, quienes opinamos y quienes se consideran ciudadanos responsables, no dejen de señalar y entender que NO hay motivos suficientes para festejar pausas en aranceles, aumentos marginales, y tal vez pasajeros, en indicadores económicos o que solamente en los Estados Unidos se aplica la ley contra criminales de alto calibre. Y no, esperar a que pase la caja china del verano de los FifiChairos región 4T para sacar la siguiente NO es una estrategia prudente de gobierno y de responsabilidad con los mexicanos. Sin crecimiento, sin seguridad y sin leyes no se puede aspirar a sacar a un país del bache en el que se encuentra y se ha encontrado por más de 3 décadas.

Al mismo tiempo, no es razonable ni aceptable pensar que la ineptitud, ineficacia o la simple falta de resultados mínimos aceptables, sea motivo suficiente para regresarle el poder a quienes ya demostraron que no pueden, no saben o no quieren hacer que las cosas pasen. La «oposición», entre comillas porque parece un mal chiste, no ha sido capaz de construir nada más que uno que otro meme, una caricatura o tiktok cada 2 o 3 meses que le genera algo de tráfico a una que otra figura de quienes se dicen opositores.

Toda la atención sobre quienes gobiernan hoy y sobre quienes quieren gobernar en el futuro (así sean los de siempre o algún movimiento nuevo) se debería enfocar no solo en el mini escándalo de la semana o el mes, sino especialmente en esos 3 puntos mencionados arriba: A) estado de derecho, B) imperio de la ley, C) crecimiento económico. Cada mañanera, acción, declaración, propuesta, iniciativa de ley y política de gobierno de cualquier funcionario, en los tres niveles y tres poderes de gobierno, debería medirse con respecto a ese A-B-C y no perder el foco con la caja china del momento.

Para eso debemos empezar a cuestionar, mucho más en serio, todo eso que por alguna extraña razón nos parece normal en el actuar de funcionarios e incluso de la oposición, de analistas y de «expertos».

Todos, se supone, quieren (queremos) un mejor país, pero al mismo tiempo se oponen (¿nos oponemos?) a cambiar el «chip» en cosas que van desde la cultura vial en cualquier ciudad, el orden y limpieza de nuestros barrios y colonias, el pago de impuestos justos, hasta la insistencia en mantener la práctica de negocios con los cuates, concesiones a modo, monopolios y oligopolios que hacen y deshacen a su antojo, la terquedad de mantener políticas que van en contra de la creación de más y mejores PYMES, aplaudir de manera inexplicable un sistema financiero convertido en un cartel que mantiene tasas altas, un banco central que se ha aferrado a sostener un peso fuerte aun cuando toda la evidencia dice que eso destruye al sector productivo de los países, a normalizar que grandes extensiones del territorio nacional estén administradas y manejadas por carteles criminales a quienes de manera muy extraña parece que el gobierno insiste en defender o al menos actuar como si los defienden. ¡Por el bien de México, primero el A-B-C!

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