En México hablar de ahorro siempre ha sido un tema complejo. Desde mi experiencia como sociólogo y asesor financiero, he visto cómo esta palabra genera reacciones distintas: para algunos significa privarse, para otros es algo imposible, y para unos pocos, es una disciplina que abre puertas.
Pero, en términos generales, existe una realidad innegable: vivimos en un país donde la mayoría de las personas no tiene hábitos sólidos de ahorro y eso nos coloca en una situación de vulnerabilidad constante. ¿Por qué pasa esto? La respuesta no es tan simple como decir que la gente “no quiere ahorrar”.
El problema es mucho más profundo y se relaciona con nuestra cultura, nuestra historia económica y hasta con la manera en que entendemos el futuro. Desde hace décadas, México ha sido un país de incertidumbres: crisis recurrentes, devaluaciones, cambios de gobierno que alteran las reglas del juego. Todo esto ha provocado que muchas familias aprendan a sobrevivir al día y no a planear a largo plazo. Crecer en un entorno donde el dinero apenas alcanza para cubrir lo básico refuerza la idea de que ahorrar es un lujo reservado para unos pocos.
Además, como sociedad, solemos privilegiar la satisfacción inmediata. Es común escuchar frases como “para qué guardo si mañana ni sé qué pueda pasar” o “mejor disfruto el dinero ahora que lo tengo”. Este pensamiento refleja no solo una falta de educación financiera, sino también un rasgo cultural: el temor al futuro y la preferencia por lo inmediato.
La consecuencia es clara: cuando llega una emergencia —un accidente, una enfermedad, la pérdida del empleo — nos encontramos sin un respaldo económico y dependemos de préstamos o de la buena voluntad de familiares y amigos.
Pero ahorrar no tiene que ser un sacrificio doloroso. He visto a muchas personas transformar su vida con pequeños hábitos: guardar $50 o $100 diarios, apartar el 10% de su sueldo antes de gastar, o destinar una parte de sus ingresos extras a un fondo personal. El secreto no está en esperar a tener “mucho dinero” para empezar, sino en comenzar con lo que se pueda y hacerlo de forma constante.
El ahorro también tiene un impacto social profundo. Una persona que logra construir un fondo de emergencia o un plan de retiro no solo gana tranquilidad individual, sino que también reduce la presión sobre su familia y sobre el Estado. En cambio, cuando no existe ese hábito, las consecuencias trascienden lo personal: se generan deudas impagables, pobreza en la vejez y desigualdad en el acceso a la salud y la educación. Como sociólogo, me interesa subrayar que el ahorro es también un acto de responsabilidad social. Una sociedad que ahorra es una sociedad más fuerte, más preparada y menos dependiente.
Como asesor financiero, sé que las herramientas están al alcance: desde cuentas de ahorro básicas hasta planes de inversión, seguros con beneficio fiscal y estrategias de retiro. Lo que falta, en muchos casos, es la decisión de dar ese primer paso.
Ahorrar no es un lujo. Es una forma de romper con el ciclo del “vivir al día” y comenzar a construir un futuro distinto. Y aunque es cierto que nadie puede controlar lo que pasará mañana, sí podemos decidir cómo queremos enfrentarlo: con miedo y carencias, o con la tranquilidad de tener un respaldo que nos permita seguir adelante.
La invitación que te hago es sencilla: comienza hoy. No importa la cantidad, importa la disciplina. Porque al final, el ahorro no se trata de cuánto tienes en tu cuenta, sino de la seguridad y libertad que logras en tu vida.
José Luis Figueroa Podcast “La sociología del dinero”
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