Una liberación que conmovió al mundo

La primatóloga británica Jane Goodall falleció este miércoles a los 91 años de edad. A pesar de que nunca llegó a cursar estudios universitarios en el campo de la etología, hizo importantes descubrimientos sobre los chimpancés salvajes que acabaron fascinando al mundo.
Lo anterior derivó en que, años más tarde, fuera admitida en el programa de doctorado de la Universidad de Cambridge, convirtiéndose así en una de las pocas personas en la historia en recibir un doctorado sin haber completado previamente estudios de grado.
Jane Goodall nació el 3 de abril de 1934 en Londres en el seno de una familia de clase media, criándose en la posguerra en la casa familiar de Bournemouth, en el sur de Inglaterra. Allí vivió su infancia y juventud, rodeada de animales y soñando con escribir sobre los animales en África.
A los 23 años comenzó a hacer realidad su sueño viajando a Kenia, donde trabajó con el famoso antropólogo Louis Leakey, hasta que éste la envió en 1960 a Gombe, Tanzania, con la arriesgada misión de investigar por primera vez a los chimpancés salvajes de la zona. Con la sola compañía de su madre y un cocinero, plantó su tienda en la selva y comenzó su proyecto de investigación que duraría en teoría seis meses, y que continúa en el presente tras más de seis décadas, de la mano de investigadores y asistentes del IJG.
En el seno del Instituto Jane Goodall (IJG), el caso de Wounda se ha convertido en un referente de la compasión, la ciencia y la rehabilitación animal. Gracias a los cuidados profesionales y la dedicación de su equipo, este chimpancé logró no solo sobrevivir a una situación límite sino transformarse en líder y madre, simbolizando el poder de la acción humana cuando se sustenta en la ética y la ciencia.
El rescate de Wounda fue una operación dramática. Rescatada del tráfico ilegal en la República del Congo, esta chimpancé sufrió una desnutrición severa, que le hizo perder la mitad de su peso y prácticamente la masa muscular. Las condiciones eran tan críticas que los cuidadores del IJG bautizaron su situación con su nombre: “Wounda”, que significa “cerca de la muerte”.
Bajo la dirección de la Dra. Rebeca Atencia, el equipo del IJG decidió intervenir con una medida extraordinaria: una transfusión de sangre de chimpancé a chimpancé, en lo que podría haber sido la primera de este tipo en África. Gracias a esa intervención vital, Wounda comenzó su proceso de recuperación.
Una vez que su estado mejoró, Wounda fue trasladada a la isla protegida de Tchindzoulou, dentro del complejo de rehabilitación de Tchimpounga del IJG. Allí, comenzó una nueva vida en semilibertad junto a otros chimpancés rescatados.
El momento de su liberación fue captado en un abrazo al que Jane Goodall asistió, emocionando a miles de seguidores del instituto. Ese abrazo se ha convertido en una imagen simbólica: la conexión entre seres humanos y animales, más allá del lenguaje.

Líder, madre y testimonio de esperanza
Hoy, Wounda ostenta el rol de hembra alfa en su grupo en la isla Tchindzoulou. Es también la madre cariñosa de su hijo, al que llamaron Hope (Esperanza). Su adaptación a la vida comunitaria es contundente: interacciones sociales, gestos de confianza y lazos afectivos se entretejen diariamente en esa pequeña comunidad rescatada.
El IJG señala claramente que no avala el contacto directo o el “mascotismo” con chimpancés salvajes; los animales que aparecen bajo su cuidado son huérfanos rescatados que viven en entornos controlados.
El reflejo de un legado
La historia de Wounda resuena con fuerza en la misión de Jane Goodall. Representa lo que Goodall predicó durante décadas: la capacidad humana de intervenir para restaurar dignidad a quienes la han perdido, de rehabilitar más que explotar, y de inspirar esperanza incluso en los momentos más oscuros.
La lección es clara: cada criatura salvada, cada rehabilitación exitosa, cada vínculo restaurado, forma parte del tejido de un cambio más amplio. Wounda, con su vida transformada, es un testimonio vivo de ese principio.