¿Qué tendría qué hacer nuestro país para estar entre los países más educados del mundo?
La pregunta quizás pudiera sonar sarcástica y hasta ofensiva, ya que actualmente nuestro país se encuentra muy, pero muy lejos de colocarse entre los países más educados del mundo, como lo son Singapur, Corea del Sur, Reino Unido, Canadá, Japón, Israel e Irlanda.
Lamentablemente, México se enfocó durante varias décadas en la alfabetización (lectura y escritura básica), pero poco en la calidad de la educación básica y mucho menos en impulsar la educación terciaria (educación técnica, universitaria y de posgrado).
Por un lado, presumía porcentajes de alfabetización del 91% en los años noventa, sin embargo, por otro lado, se iba quedando atrás en la calidad del aprendizaje, en indicadores de educación superior y en niveles de desempeño medidos en pruebas internacionales.
Ahora bien, mientras otros países invertían hasta el 7% de su Producto Interno Bruto (PIB) en educación, se enfocaban en la calidad del aprendizaje, formaban a los mejores maestros y creaban estrategias educativas que no cambiaran en cada administración gubernamental; en México se invertía solo el 4% del PIB en la educación, no se invertía en formar maestros y cada sexenio se creaba una reforma educativa que no tenía “ni pies ni cabeza”.
Es así como se puede visualizar el problema educativo de nuestro país de una manera muy clara: México tiene escuela para todos, pero educación de calidad para pocos. La desigualdad, la inversión insuficiente, los maestros mal apoyados y las políticas intermitentes, sin duda nos están cobrando una factura muy alta en el México del siglo XXI.
¿Qué tendría qué hacer México para estar entre los países más educados del mundo?
Primero, invertir entre un 5 y un 7% de su PIB en educación y más importante, asegurar que ese dinero se invierta y aplique de una manera efectiva y eficiente.Segundo, seleccionar a los mejores para formar maestros, pagarles bien, capacitarlos continuamente y evaluarlos apropiadamente. Hay que recordar que un sistema educativo nunca será mejor que sus docentes.
Tercero, crear una estrategia educativa sólida a largo plazo, que sea intocable por caprichos partidistas. La política educativa no puede crecer si cada sexenio se realiza una “reforma educativa”.
Cuarto, cerrar la brecha de desigualdad educativa. Se debe considerar una inversión diferenciada, programas focalizados en comunidades marginadas y conectividad universal.
Quinto, enseñar a pensar y no a memorizar, se debe vincular la escuela a la vida real, conectar universidades con industria y sociedad y más importante promover una cultura que valore el conocimiento. El futuro exige creatividad, pensamiento crítico, resolución de problemas, dominio de idiomas y habilidades digitales.
Evidentemente, el talento ya lo tenemos, sin embargo, se requiere voluntad política para lograr el verdadero cambio que necesitamos.