
La familia es un concepto trans milenario, no es nuevo, ni siquiera de los siglos recientes. Ser familia ha implicado siempre una conciencia colectiva de amor, de pertenencia, de convivencia y ayuda mutua, de filiación que no se repite en otras organizaciones humanas. El concepto de familia de alguna manera se ha identificado por ella misma, está en el inconsciente. Quienes la componen, a través de los siglos, distinguen qué es familia y qué no lo es, y cuando una comunidad humana no lo es se identifica, se le nombra de otra manera.
La familia, la que se conoce como “nuclear”, es una organización humana compuesta de una pareja de personas de distinto sexo, de dos cónyuges llamados en español marido y mujer, que han unido sus vidas con o sin votos formales, pero perfectamente sobreentendidos. Una unión que desde que la humanidad existe se procura para toda la vida, como se dice “hasta que la muerte los separe”, aunque algunas personas engañen o se auto engañen. Pero esa unión con propósito de vida tiene, además de amarse y apoyarse siempre, el de procrear hijos. Esto es la familia nuclear (término sociológico). Si lo consiguen o no, no cambia en nada el fin de formar una familia con el matrimonio.
Pero existe otro concepto de familia, que lo es en más amplio sentido, el de la familia “ampliada”. ¿Quiénes la componen? Personas con afinidad sanguínea y de compromisos maritales entre parejas, son una mujer (esposa y madre), un varón (esposo y padre), sus hijos, los padres que son abuelos, los tíos, primos y sobrinos de esos esposos. Los lazos familiares en este sentido amplio los reconoce la humanidad desde siempre. Los parientes se reconocen y se aman.
Como mucho de la vida humana, siempre y más en los decenios recientes, y con el afán torcido de difuminar en las mentes el concepto mil milenario de familia, algunas personas y hasta sus organizaciones, tratan de cambiar el concepto de familia para considerar otras formas de convivencia humana como si también fueran familia. Pero no lo son.
Hay quienes mencionan “otras o nuevas formas de familia”, como las monoparentales, en especial la de madre e hijos (sin padre), pero la realidad es que siguen siendo familias originales en las que hace falta uno de los cónyuges. Durante miles de años la humanidad ha vivido en guerras, en las que millones de varones han muerto dejando viuda y huérfanos, y las enfermedades han descabezado familias. Es decir, nada nuevo, no hay “nuevas” formas de familia, así lo confirman las ciencias sociales.
Tratar de incluir como “otras formas de familia” a personas que no la integran es un error, comenzando por el mismo lenguaje de lo que es familia. Así, hay quienes quieren que se conceptúe y llame familia a personas (dos o más) que conviven en una misma casa u hogar. Pero la sola convivencia, la cohabitación no las convierte en familia. Insistiendo: la cohabitación no origina una familia. De ninguna manera es aceptable distorsionar el concepto “familia” para dárselo a otras formas de convivencia humana.
Digamos que dos homosexuales que conviven y hasta llevan una relación afectiva además de sexual no pueden ser llamados familia, carecen de los fines originarios de familia. Dos o más personas que por diversas razones conviven en una misma casa no se convierten tampoco en familia. La simple convivencia y relación afectiva entre dos o más personas no generan una familia.
Los intentos de suplantar la familia con otras formas de convivencia, como las mencionadas de parejas homosexuales (y hasta comunas promiscuas) son contrarios a la razón. Pero los activistas prohomosexualidad, que piden derechos que no existen, exigen que se acepte esa convivencia como familia. No, el diccionario y la tradición justificada nos dan una definición de familia proveniente de antes de la historia, y no tenemos por qué cambiarla para adaptarla a caprichos, a unas supuestas “realidad” o “modernidad” que como todas ellas, luego serán solamente modas del pasado.
¿Por qué es la aceptación de falsa familia contraria a la razón? No tenemos que recurrir a la moral para responder. Hagamos un símil con un ejército. Su base es la escuadra de combate, y llega por pelotones, secciones, compañías, batallones, divisiones, cuerpos de ejército hasta ejércitos. Pero si las escuadras, al mando de un cabo o un sargento, según el caso, se descomponen en su disciplina y operación de guerra, todo lo demás, como cuerpo, se volverá ineficiente hasta llegar a la total incompetencia. Por algo las estructuras de organización militar existen desde tiempos inmemoriales. Así las familias como base de la sociedad.
Las peticiones, en mucho provenientes de la llamada “cultura Wok” de querer cambiar conceptos como el matrimonio y la familia, alegando modernidad, reconocimiento de las “nuevas realidades” carecen de sentido. En el matrimonio y la familia no hay nada, nada nuevo en la humanidad. No hay nada que cambiar ni en mentalidad ni en lenguaje. Y confundir (por intereses torcidos o ignorancia) términos de toda la historia es una falta de verdadera cultura, esa que se aprende en el hogar y la escuela elemental.