Gretel tuvo un mal matrimonio. En ocasiones, hasta pensó en que habría sido mejor que se la hubiera comido la bruja. Junto al lecho de muerte de su marido, abrió una pequeña caja llena de trocitos de pan. Él la gruñó por última vez: ¿Qué maldita obsesión es esa que tienes con las migajas de pan, mujer? Ella le respondió con toda calma, como si saboreara una venganza, que había guardado un trocito por cada momento de su vida en que sintió que se detenía el tiempo y experimentó la plenitud (eran muy pocos). Fue tomándolos uno a uno, palpándolos, dejando que la devolvieran al momento preservado. Su marido expiró antes de ver que Gretel, la vieja Gretel, había vuelto a ser una mujer joven, lozana y atractiva. Cuando ella comió la última migaja, sintió una vez más la intensidad del momento en el que junto con su hermano escapó de la bruja y, entonces, se levantó, abandonó la habitación y emergió al mundo; la vida la recibía con una pensión de fuerza y felicidad.
Gretel lo hizo de nuevo

Jaime Palacios es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y en Psicología. Tiene una maestría en Letras. Ha participado en talleres de guionismo con autores nacionales e internacionales como Syd Field, Doc Comparato, Ma. Teresa Fornero, Víctor Saca, Beatriz Novaro, Eduardo Presa.