Una nueva ofensiva con drones ucranianos alcanzó la madrugada del jueves 12 de septiembre la terminal petrolera de Primorsk, en la región de Leningrado, al noroeste de Rusia. Se trata de uno de los puertos clave para la exportación de crudo ruso hacia Europa, por lo que el ataque representa un golpe simbólico y logístico en el marco de la guerra que ambos países sostienen desde 2022.
De acuerdo con autoridades regionales, al menos 30 drones fueron lanzados contra instalaciones en la zona, provocando un incendio en un buque atracado en el puerto. El gobernador local, Alexander Drozdenko, aseguró que las llamas fueron contenidas rápidamente y que no hubo derrames de petróleo ni riesgo de inundaciones. También se reportaron daños menores en una estación de bombeo, donde el fuego fue sofocado sin víctimas.
Aunque Rusia afirma que la infraestructura principal no resultó afectada y que la operación portuaria se mantiene activa, analistas señalan que este tipo de ataques buscan minar la capacidad energética del Kremlin y debilitar sus rutas comerciales. La terminal de Primorsk es considerada un punto neurálgico para las exportaciones rusas hacia el Báltico, con una capacidad para manejar millones de barriles de crudo al mes.
Durante la ofensiva, fragmentos de drones derribados cayeron en varias localidades cercanas como Vsevolozhsk, Tosno y Pokrovskoye. Las fuerzas de defensa aérea rusas activaron sus sistemas en un amplio radio para evitar mayores daños, aunque algunos residentes reportaron explosiones durante la noche.
El gobierno ucraniano no ha confirmado ni negado su responsabilidad en el ataque, como ha hecho en otras ocasiones. No obstante, medios internacionales y fuentes militares coinciden en que forma parte de una campaña más amplia para presionar a Moscú mediante golpes quirúrgicos a su infraestructura energética, especialmente tras el incremento de ataques similares contra refinerías y depósitos en otras regiones del país.
Este nuevo episodio eleva la tensión en el conflicto y pone nuevamente sobre la mesa el debate sobre la vulnerabilidad de las infraestructuras estratégicas en tiempos de guerra. Aunque el daño en Primorsk fue contenido, el mensaje político y militar parece claro: Ucrania está dispuesta a llevar la guerra más allá del frente, atacando puntos sensibles para la economía rusa.