Ayer 09 de septiembre Israel llevó a cabo un inédito ataque aéreo en Doha, capital de Qatar, dirigido contra miembros del liderazgo de Hamás, justo cuando se estaban discutiendo propuestas de alto al fuego impulsadas por Estados Unidos. Los bombardeos no lograron eliminar a figuras clave como Khalil al-Hayya, pero dejó varias víctimas: su hijo, el director de su oficina, tres guardaespaldas y un miembro de la seguridad interna de Qatar. El hecho dio al traste con lo que parecía un inminente acuerdo de tregua.
El ataque ha sacudido el papel clave de Qatar como mediador regional. Su primer ministro, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani, afirmó que Qatar mantendrá su labor conciliadora—junto con EE. UU. y Egipto—pero advirtió sobre posibles respuestas diplomáticas “en defensa de su soberanía”.
La ofensiva generó condenas internacionales: desde el gobierno estadounidense, que expresó malestar por que el país haya sido escenario de bombardeos; hasta la Unión Europea y varios países árabes, que lo calificaron como una violación de leyes internacionales y una agresión directa al mediador del conflicto.