La decadencia de la indignación

¿Qué pasa cuando la justicia deja de ser independiente?

El trabajo de los jueces no debería ser restringido por principios de seguridad… formalista y abstracta… deberían hallar líneas claras a través de opiniones… del pueblo incorporadas por el führer
Juez nazi

“¿Qué pasa cuando la justicia se pliega a los amos del poder en un país?”. Esta pregunta se la hace el jurista venezolano Eduardo Casanova en el prólogo del libro Los juristas del horror de Igor Müller, quien en una acuciosa investigación relata cómo se fueron sometiendo los servidores públicos del Estado alemán en los doce años del nazismo. En América Latina, el jurista argentino Raúl Eugenio Zaffaroni, en su obra La dogmática penal alemana entre 1937-1945, nos advierte lo nefasto que puede resultar el desconocimiento del poder punitivo.

¿Qué pasa cuando la justicia deja de ser independiente? Veamos nuestro caso.

La mistificación diabólica de la cuarta transformación, con su arraigado instinto adánico de que nada de lo existente sirve, continúa su trabajo de deconstrucción de instituciones. Existía, con grandes deficiencias, una burocracia que otorgaba servicios (no solo la del Poder Judicial). De otra manera no hubiéramos tenido un largo periodo de estabilidad y crecimiento. Sucedió algo similar en nuestra política económica hace algunos años. Estaba prendida de alfileres y se los quitaron, nada más que ahora es el aparato estatal en toda su estructura.

Ante esta atroz circunstancia, un pueblo amodorrado ha perdido lo más valioso: su capacidad de indignación, su conformismo con la descomunal maniobra de saqueo. El honor de la ciudadanía es un valor archivado. Todos los días, ante eventos escandalosos, exclamamos ¡ya tocamos fondo! Sin embargo, la realidad confirma que el hoyo es profundo e insondable.

¡Qué manera de retorcer el derecho! El Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral fueron motivo de gran regocijo, resultado de un añejo reclamo de muchas generaciones. Nuevamente se comprueba que no bastan leyes e instituciones si no se integran con servidores públicos con con pudor y vergüenza. La bofetada estruendosa recibida por todos los profesionales del derecho marca el inicio del fin de la carrera judicial. Los méritos son adorno, ahora será una contienda de lacayos.

Mi gran amigo Rafael Cardona me sacudió con una reflexión muy suya. Ante mis lamentos, me expresó: “No estamos en el peor momento de nuestra historia, pero sí en el más amenazado para el porvenir de los mexicanos”. Agregó, con su clásica ironía: “No te preocupes, ni tú ni yo lo padeceremos”. Ese es el punto.

Creo firmemente que la presidente Claudia Sheinbaum no está consciente de las consecuencias que tendrán sus decisiones. A partir del primero de septiembre no tendremos un Poder Judicial ineficiente, sino algo peor: disfuncional. Se le revertirá que haya perdido su independencia. Ahora, todo de lo que de ahí emane, será imputable a la titularidad individual del Poder Ejecutivo, desde un juicio de petición alimentaria, hasta la acción de la potestad tributaria en contra de un contribuyente. Adiós división de poderes.

Vamos a procesos sin árbitros. No me consuela cobijarme en mis 14 derrotas políticas (internas en los partidos en los que he militado y constitucionales) para acallar mi conciencia. Hay deberes intergeneracionales que, de no cumplirse, se resquebraja la convivencia social.

Los movimientos sociales están rompiendo los estrechos cauces de los partidos para canalizar la acción ciudadana. Izquierda y derecha son conceptos hace tiempo agotados y vacíos. Empecemos por la responsabilidad individual. Cada quien tiene que hacer un ejercicio de reciprocidad para asumir el pago de las muchas deudas pendientes que debemos saldar.

Tampoco es algo nuevo. Los liderazgos son criaturas engendradas por las crisis. Exigen autenticidad, generosidad y coraje para remitirlos a lo esencial. Vale la pena dejar testimonio de congruencia.

(*) Palabras del literato español Salvador de Madariaga

Compartir este artículo
Abogado y político mexicano, a sido Senador de la República y Diputado Federal tres veces.