El tema de las pensiones y el retiro en México se ha convertido en una bomba de tiempo.
Cada vez escuchamos más sobre generaciones que llegarán a la vejez con pensiones mínimas
o, incluso, sin derecho a ellas. En este escenario, surge una pregunta clave: ¿el retiro debería
ser una responsabilidad del Estado o una decisión individual?
Desde la sociología, el retiro es mucho más que un tema económico: es un reflejo de cómo
nos organizamos como sociedad y de cómo distribuimos la seguridad en la vejez. En décadas
pasadas, se confiaba en que el gobierno garantizaría una pensión digna a través del IMSS o el
ISSSTE. Sin embargo, las reformas, los cambios demográficos y el aumento en la esperanza
de vida han hecho evidente que ese modelo es insostenible.
Hoy, millones de jóvenes saben que difícilmente podrán vivir de lo que reciban de una pensión pública.
Aquí aparece la tensión: muchos ciudadanos aún piensan que el retiro es algo que debe
resolver el gobierno. Esa mentalidad, aunque comprensible, nos coloca en una situación
peligrosa. Mientras esperamos que el Estado se haga cargo, el tiempo avanza y dejamos pasar
la oportunidad de prepararnos individualmente.
Como asesor financiero, me toca explicar que existen alternativas que dependen de cada
persona: desde aportaciones voluntarias a las Afores hasta planes personales de retiro,
seguros con beneficios fiscales e inversiones diseñadas para la jubilación. Son herramientas
que permiten construir un fondo sólido, siempre y cuando se empiece a tiempo. El problema
es que muchas veces las posponemos porque pensamos que el retiro está “muy lejos” o
porque creemos que nunca tendremos suficiente dinero para ahorrar.
Lo cierto es que ahorrar para el retiro no tiene que ser exclusivo de quienes ganan mucho. Se
puede comenzar con aportaciones pequeñas y constantes. La clave es la disciplina y la
anticipación. Entre más temprano se empiece, más grande será el beneficio gracias al interés
compuesto y a los incentivos fiscales.
Ahora bien, como sociólogo debo reconocer otra realidad: no todas las personas tienen la
capacidad de ahorrar o invertir. Los bajos salarios, la informalidad laboral y la desigualdad
hacen que, para millones de trabajadores, la previsión del retiro sea un reto casi imposible. Por eso, no se trata de abandonar la idea de un Estado responsable, sino de combinar esfuerzos: que el gobierno garantice un piso mínimo de seguridad, pero que cada persona también asuma su propia responsabilidad.
El retiro, entonces, debe ser visto como un proyecto compartido: una parte corresponde al
Estado y otra al individuo. No podemos depender únicamente de los gobiernos, porque las
crisis fiscales y los cambios políticos ponen en riesgo nuestra vejez. Pero tampoco podemos
pensar que todo recae en la iniciativa personal, porque millones de personas quedarían
excluidas.
La vejez digna debe ser un derecho social, pero también una meta individual. La combinación
de ambas visiones es la única manera de evitar que el retiro se convierta en sinónimo de
pobreza.
La invitación que hago es clara: no esperemos a que alguien más resuelva nuestro futuro. El
mejor momento para empezar a construirlo es hoy, aunque sea con pasos pequeños. Porque
al final, la responsabilidad de cómo queremos vivir nuestra vejez recae, en gran medida, en
nosotros mismos.
Jose Luis Figueroa López
Podcast “La sociologia del dinero”
E-mail: sociologiadeldinero@gmail.com