Carla Castillo Caramillo (Editorialista invitada)

La nueva reforma electoral ha sido muy sonada en últimos días, desde el inicio llamó la atención la conformación de la llamada “Comisión Presidencial para la Reforma Electoral”: sin oposición, sin la sociedad civil, sin académicos, sin voces críticas, sin más actores que los que ellos eligieron de entre sus filas; Pablo Gómez al frente no es casualidad, en general nada en política es casualidad.
Lo que vemos no es un esfuerzo para fortalecer la democracia, sino un intento por consolidar un proyecto político. La reforma electoral parece responder los intereses y las necesidades de un partido y de un grupo en el poder, no así, las necesidades del país. Tenemos que decirlo, la reforma representa un reto incluso al interior de MORENA así como sus partidos aliados y por supuesto un reto con quienes no simpatizan con ellos.
Una reforma que reduce la pluralidad
Es cierto que nuestro sistema electoral necesita ajustes, que las reglas deben adaptarse a los cambios sociales, tecnológicos y políticos que vive el país. Pero la propuesta que se perfila no apunta hacia más democracia, sino hacia menos, la reforma que se asoma no parece ser la que México necesita, parece ser solo la que el oficialismo necesita para tener un control bastante preocupante sobre la oposición.
Seguramente ustedes que me leen, ya escucharon sobre el rumor sobre desaparecer las diputaciones plurinominales, sí, esas que han ocupado algunas personas que apoyan esta reforma. ¿Qué significa eso para la gente? Que los partidos de oposición perderían representación, que regresaríamos a un sistema dominado por una sola voz, sin contrapesos, sin diversidad. Y eso sería un retroceso enorme. No se trata de defender curules, se trata de defender el derecho de millones de mexicanos a que sus votos cuenten, aunque no apoyen al par- tido en el poder. Significaría dañar la democracia que tanto nos ha costado.

El árbitro electoral bajo amenaza
Otro de los frentes peligrosos que hemos escuchado de esta reforma, es el intento de debilitar la autonomía de nuestro árbitro electoral, que de por si ha sido muy cuestionado. El INE no es perfecto — ninguna institución lo es—, pero su autonomía es una conquista ciudadana que costó décadas de lucha. Quitarle independencia, ponerlo bajo control del oficialismo o incluso desaparecerlo sería abrir la puerta a elecciones sin certeza, sin confianza y sin legitimidad, perdemos contrapesos, Y cuando los contrapesos se eliminan, lo que avanza no es la democracia, sino el autoritarismo.
Lo que México sí necesita
México sí necesita una reforma electoral, pero una que:
- Escuche a la ciudadanía, no solo al partido en el poder.
- Fortalezca la pluralidad, en lugar de reducirla.
- Garantice la autonomía del INE, en vez de amenazarla.
- Haga más accesible y confiable la participación, no que la limite.
Las reformas deben nacer del consenso, del dialogo y de la búsqueda del bien común. Cualquier cambio que se impulse sin esas condiciones no es una reforma democrática, sino un traje a la medida de quienes hoy gobiernan.
Nuestra responsabilidad
Como ciudadana, como panista y como concejal de Benito Juárez, estoy convencida de que no podemos quedarnos callados. Defender al INE, defender la pluralidad, defender el voto libre y secreto no es defender a un partido: es defender a México.
La democracia no se regala, se conquista y se cui- da todos los días. Esta reforma electoral no debe ser un retroceso, sino una oportunidad para fortalecer lo que juntos hemos construido.