Salvador Abascal Carranza

La cada vez más preocupante irrelevancia del PAN, otrora defensor de los valores que comparten la mayoría de los mexicanos, se debe, de manera más que evidente, a que este Partido está abandonado la esencia de su deber político y social. Decía Efraín González Luna que “Es falso que las posiciones doctrinales puras, intransigentes, incontaminadas, sean ineficaces, infecundas desde el punto de vista de los resultados prácticos. Afirmo, por el contrario, la incomparable, la fundamental eficacia práctica, el infinito valor de las posiciones doctrinales, defendidas a toda costa, sin transacciones y sin compromisos oprobiosos, como el estímulo más insustituible de progreso, como el arma más segura de libertad y como la posibilidad más indiscutible de transformación social”. (Efraín González Luna, Humanismo Político, Ed. Jus, Mé- xico, 1955).
Veo, con dolor, que los principios irrenunciables de los que hablaba don Efraín, son cada vez más traicionados por los que tienen la obligación de asu- mirlos. Me refiero a las posiciones cada vez más relativistas y ambiguas de los dirigentes del Partido y de los que tienen aún posiciones de poder en el país, como algunos gobernadores. Me refiero específicamente a lo que pasó en Guanajuato recientemente. Bastión panista, con una población mayoritariamente católica, tierra cristera. ¿Y la dirigencia del Partido?
En este estado, el Partido Acción Nacional volvió a ganar las elecciones el año anterior. Por inexplicable que parezca, la gobernadora y el presidente del congreso local apoyaron una serie de iniciativas a favor del aborto, con el argumento de que “estos ya son otros tiempos y hay que cambiar”. “Yo creo, sinceramente -nos enseña Efraín González L.- que existe un estado psicológico que merecería tal vez el nombre de ‘neurosis de la escaramuza’, un estado en virtud del cual los actores del primer plano, las figuras más inmediatas, son deformadas y abultadas en condiciones tales que el interés vital de la acción de fondo (la vida, por ejemplo) se abandona y se pierde por atender a lo inmediato”.
Si la vida triunfó en Guanajuato no fue, como era costumbre, por la decidida intervención de los diputados del PAN (algunos votaron en contra de las cinco iniciativas, pero era insuficiente), fue, en cambio, por la lucha denodada de la sociedad civil organizada y del gran apoyo de la Iglesia Católica. Además, se contó de manera especial con el cambio de opinión de una diputada del Partido Verde (quien se convenció por los argumentos a favor de la vida).
No se supo que la dirigencia del PAN, nacional, o local, haya hecho valer su autoridad para instruir a las figuras de primer plano del Partido, para ajustarse, sin compromisos oprobiosos, a lo que dictan nuestros Principios de Doctrina. De otra manera, es de preguntarse: ¿No estarán pensando algunos dirigentes en entregar a Morena las pocas plazas que aún le quedan al PAN? ¿A cambio de qué?

Don Manuel Gómez Morin exigía que, para acceder al poder político con legitimidad, era necesario formar a los ciudadanos en sus responsabilidades y hacerles ver la necesidad de “participar leal- mente en las decisiones colecti- vas; disfrutar de la verdad, de la belleza y el bien y contribuir con alegre denuedo a crearlos o a defenderlos [ …] y, libremente, esperar y pedir que, al término de la peregrinación, el Juicio se cumpla en Misericordia”. (MGM, Diez Años de México).